Mitos y Arquetipos II

Sumados a los arquetipos ya vistos podríamos definir los principales arquetipos femeninos que surgen en base a la relación emocional o social con lo masculino (aparte de la madre que ya hemos tratado):

La Esposa: (Juno, Perséfone, Isis)

Júpiter y Juno

El arquetipo de la esposa hace referencia al aspecto afectivo de la mujer, la necesidad de compartir y unirse a alguien, de amar y ser amada de una forma estable, de ser protegida y cuidada y de cuidar y proteger. En este rol se establecen aspectos muy positivos de apertura, receptividad y fidelidad, pero también grandes obstáculos con la dependencia, la sumisión, la resignación y el menosprecio.

En los arquetipos de esposas casi siempre encontramos elementos de sacrificio y resignación (como Penélope esperando 20 años a que Ulises vuelva), de represión (como Perséfone, raptada y obligada a vivir en el inframundo) y de sumisión (como Juno aceptando todas las infidelidades de su marido).

Mientras la infidelidad de la mujer siempre ha sido lo más castigado y más duramente juzgado  en las sociedades patriarcales, se espera de las mujeres que seamos tolerantes y comprensivas ante la infidelidad masculina o hemos sido directamente culpadas de esta.

El control y posesión de la sexualidad femenina y de la reproducción a través del matrimonio es un lastre que se ha impuesto en sociedades de todo el mundo a las mujeres, partiendo de intereses comunitarios y familiares o de la necesidad básica del hombre de asegurarse que su “camada” es solo suya.  Ante esto último se puede debatir sobre la negociación que se establece en nuestra especie entre la necesidad del hombre de asegurar su reproducción a cambio de la necesidad de la mujer de apoyo y cuidado en la gestación y crianza de los hijos, pero el precio de esclavitud que las mujeres hemos pagado para poder dar esa seguridad ha sido terriblemente injusto.

En contraposición a esto, encontramos en los arquetipos más positivos de esposas la fuerza y el valor que aporta la entrega y el vínculo emocional femenino, como en la figura de Isis rescatando a su marido asesinado y devolviéndolo a la vida o en Shakti  formando la unión completa y perfecta con Shiva dando así forma al universo.

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La Virgen: (Virgen María, Vesta, Diana)

Virgen Maria

El arquetipo de la virgen ha tenido un papel clave especialmente en las sociedades patriarcales. La virginidad es algo que se ha valorado de forma muy particular debido al control sobre la reproducción y sexualidad femenina que hemos mencionado.

Podemos distinguir tres tipos de figuras virginales:

Las doncellas vírgenes: símbolo de mujer pura, inocente y apropiada para el matrimonio.

Las diosas vírgenes: símbolo de mujeres independientes que no quieren atarse emocionalmente por lo que renuncian a su sexualidad a cambio de poder personal o libertad.

Las Vírgenes santas: símbolos de madres que alumbran mágicamente sin haber mantenido relaciones sexuales, consideradas como “puras” y “sin mancha” al haber eliminado el aspecto sexual de la maternidad.

Respecto a las doncellas, en muchas culturas el concepto de virginidad se tiene en cuenta como un valor mercantil, al concebir la sexualidad femenina como un “bien material” que se ha intercambiado y negociado de múltiples formas, cosificando a las mujeres como “mercancía reproductiva”. Se han creado así ideas remanentes como la de que una mujer que pierde la virginidad esta ensuciada, manchada o usada, perdiendo cierto valor social para casarse al ser consideradas objetos “de segunda mano” pudiendo incluso ser repudiadas por ello. Por eso la virginidad de las mujeres ha sido muy vigilada por las familias viendo la perdida de esta virginidad fuera del matrimonio como una gran deshonra familiar. Sin embargo podemos ver culturas en las que la virginidad no se considera un bien preciado sino todo lo contrario, hay pueblos de África donde la sangre de la mujer es muy temida y las mujeres son desvirgadas de forma ritual por un hombre del pueblo para poder casarse. También se han encontrado este tipo de prácticas en la cultura greco-romana asociadas con el dios liber y en Mesopotamia donde a las mujeres se las desvirgaba con un falo de piedra o en la cultura fenicia por los sirvientes de la familia.

Con las diosas vírgenes la cuestión de la virginidad viene más marcada por la supresión de la maternidad. Son figuras femeninas que deciden rechazar la sexualidad y la maternidad para alcanzar una independencia y libertad, o una meta que de otro modo no tendrían. Suelen simbolizar mujeres fuertes y con poder de decisión, no interesadas en las relaciones, llegando en algunos casos a ser castradoras.
Las mujeres asociadas a estas diosas son veneradas y respetadas en la sociedad (como ocurría con las Vestales), pero nos hacen cuestionarnos porqué para que una mujer pueda tener independencia y mayores derechos sociales ha de renunciar a la maternidad y la sexualidad.

Por último en el caso de las Vírgenes santas vemos más acentuada la supresión de la sexualidad femenina. Así como en el caso de las vestales se suprimía más la maternidad ya que a los 40 eran liberadas de su cargo y podían mantener relaciones (aunque si lo hacían antes eran ejecutadas); en el caso de las vírgenes santas es la sexualidad la que se ve suprimida para alcanzar un “mayor nivel de pureza”. Esto se ve en las tradiciones donde el sexo se ha criminalizado y culpado como el cristianismo, sin embargo la maternidad es ensalzada y premiada en la mujer, lo cual nos lleva a grandes conflictos ideológicos a cerca de la sexualidad y la maternidad.

La Amante /seductora: (Afrodita, Ishtar, Hator, Oshun, Rati, Freya, Benten)

Afrodita

Al arquetipo femenino del amor y las pasiones siempre se le ha otorgado un aspecto dulce, creativo y pasional pero a la vez cambiante, caprichoso y traicionero.

Las diosas representantes de este arquetipo nos muestran el poder de las emociones y a donde nos puede llevar la pasión. En sociedades muy racionalistas o moralistas esto se ve como algo descontrolado y nada fiable, que puede acarrear consecuencias desastrosas, como vemos en infinidad de historias con moraleja acerca de la perdición del amor y los celos. Sin embargo es un impulso que a los seres humanos nos mueve y nos guía con fuerza. A la hora de definir nuestros caminos podemos pensar racionalmente las opciones pero en muchos casos finalmente acabaremos prefiriendo la que emocionalmente nos mueva más, y hallaremos esa respuesta como la correcta, porque acabe bien o mal, al menos hemos hecho lo que “sentíamos”, así pues, las emociones ni son tan traicioneras ni tan incoherentes.

Toda esta imagen de la figura de amante o pasional como algo inestable viene por una concepción conflictiva del deseo. El deseo es algo que en todas las culturas se ha cuestionado, reprimiéndolo o alabándolo. En corrientes como el budismo se establece toda una práctica y concepción filosófica de “eliminación del deseo” y de “el desapego” como la fuente de felicidad. Por el contrario, en las prácticas tántricas se busca la exaltación del deseo hasta llegar a trascenderlo, es curioso ver como las figuras de masculino y femenino se relacionan en estas tradiciones: la vertiente budista ensalza el elemento masculino y la tántrica el femenino, lo cual nos hace pensar en la connotación femenina que tiene el deseo en muchos lugares del mundo, una concepción más igualitaria encontramos en la tradición grecorromana  en la que encontramos figuras femeninas y masculinas del amor y deseo (Apolo, Baco, Afrodita …), en la tradición cristiana encontramos el deseo muy criminalizado tomando elementos principalmente femeninos.

El deseo se concibe como un impulso, lo que te ata a la vida, a la materia y a la creación, (según la Real Academia: movimiento afectivo hacia algo que se apetece, impulso, excitación venérea).

Según la relación hacia el deseo y lo material que tenga una cultura, el arquetipo de amor pasional tendrá unas connotaciones u otras.

La Prostituta: (Inanna, Anahita, Maeve, Mylita, devadási, hierodulas)

Prostituta del templo Jain de Khajuraho (india)

La prostitución ha sido una práctica ancestral a veces sacralizada, a veces condenada, llegando en algunos sitios a ser practicada de forma obligatoria por todas las mujeres de una comunidad como encontramos en un texto de Herodoto a cerca de Babilonia, en el que narra como todas las mujeres debían prostituirse una vez en su vida en el templo de Afrodita.

En este arquetipo vemos un uso de la sexualidad femenina como negocio, esta cuestión ha creado múltiples polémicas a lo largo de la historia, pero podemos ver como es un elemento presente en casi todas las sociedades del mundo.

La prostitución ha tenido y tiene un lastre moral en muchas culturas, sin embargo deberíamos cuestionarnos qué consideramos prostitución, ¿una mujer que se casa con un hombre por dinero no está prostituyéndose? ¿Y cuando una mujer es casada a la fuerza por su familia a cambio de bienes, no está esa familia ejerciendo el proxenetismo? Estos dos ejemplos se ven en muchas culturas pero sin embargo no se considera prostitución, así pues ¿dónde está el límite entre lo moralmente aceptable y lo pecaminoso?

En muchos lugares solo a través de la prostitución una mujer podía tener acceso a la cultura y a la independencia económica como vemos en Grecia con las hetairas, mujeres que recibían educación en música, poesía, filosofía etc. Materias que el resto de las mujeres tenían vetadas. En Europa vemos lo mismo con las cortesanas o en Japón con las Geishas. En todos estos ejemplos, el acceso a la educación de las mujeres se ve como una forma de hacerlas “mas entretenidas para los hombres” no como una utilidad para ellas mismas ya que no podían ejercer esas profesiones.

La cuestión de la prostitución es un tema muy vinculado a la independencia económica de las mujeres y su acceso a la educación, en las regiones donde las mujeres no tienen alternativas laborales y educacionales, la venta de su sexo se convierte en una herramienta ampliamente utilizada y este producto luego es consumido en todo el mundo a través de redes de proxenetas y trata de blancas, ejemplos actuales de esclavitud femenina.

El tema de la legalización de la prostitución es algo muy debatido en las sociedades desarrolladas donde la prostitución se condena como algo moral y socialmente inaceptable, sin embargo los niveles de prostitución que encontramos en estas sociedades es algo escandaloso, nos guste o no, el sexo se comercializa continuamente y no aceptarlo solo lleva a la falta de protección legal y a la marginalidad de estas prácticas, haciendo que los proxenetas puedan esclavizar a mujeres que se ven envueltas en ese vacío legal.

Como vemos, el arquetipo de la prostituta tiene amplios matices considerando a las mujeres que ejercen la prostitución desde mujeres refinadas a barriobajeras y de mujeres desviadas o pecaminosas a sacerdotisas. ¿Pero qué ocurre con los hombres en todo esto? La prostitución es algo que se ha establecido en base a una demanda masculina, sin embargo los hombres nunca son cuestionados por esto, haciendo a las mujeres únicas responsables morales de este hecho.

Sea como fuere deberíamos cuestionarnos este arquetipo distinguiendo mucho entre la mujer que decide comercializar su cuerpo voluntariamente, la que no tiene otro recurso y la que es forzada a hacerlo.

La Castradora: (Diana, Semiramis)

Diana

Esta figura representa el rechazo femenino hacia la sexualidad del hombre. En algunas culturas esta figura se veneró como símbolo de mujer fuerte y agresiva como la diosa Diana, representando la parte amenazadora y destructora de lo femenino en relación a la sexualidad. Este rechazo al sexo masculino se ve en figuras femeninas, que enfurecidas, deciden luchar contra la posesión masculina y el deseo esclavizador del hombre, agrediendo el sexo masculino como símbolo de su dominación sobre la mujer.

Otra forma de figura castradora femenina la encontramos en las madres castradoras, en el que el fin de este hecho se invierte, luchando en lugar de contra la posesión del hombre, por ejercer ellas la posesión. Esta figura de madre ejerce una dominación sobre el hijo a través de evitar que él desarrolle su sexualidad, evitando que se pueda fijar en otras mujeres abandonándola así a ella.

Como vemos, este arquetipo siempre va ligado al concepto de posesión y dominación sea por combatirlo o por ejercerlo.

Enlazado a este arquetipo a veces encontramos el concepto de lesbianismo, por la connotación de rechazo al sexo masculino que esta figura contiene, sin embargo, el lesbianismo no tiene porqué llevar un elemento de agresividad hacia el hombre, es simplemente una indiferencia erótica. La cuestión del lesbianismo siempre se ha tratado de una forma tergiversada en las sociedades patriarcales ya que ponen el enfoque desde una óptica masculina viendo a las lesbianas como figuras agresivas,  antinaturales y enfermizas o como una fantasía erótica (cuestión verdaderamente curiosa). En pocas ocasiones podemos encontrar el tema del lesbianismo tratado con el respeto que merece o con un enfoque apropiado.